martes, 28 de febrero de 2023

El engaño

Esa noche no pude mirar a los ojos a mi esposa. El sentimiento de culpa me invadía por haberla engañado de la manera más baja y canalla. "La carne es débil", me refutaba a mí mismo.

Para mi defensa, no soy ningún ángel, nunca lo fui y tampoco lo pretendí ante nadie. Y nunca he negado que me haya portado mal en el pasado, que me haya excedido algunas veces con ese tipo de placeres.

Entonces, ¿por qué me siento tan mal? ¿Por qué no le puedo decir a mi esposa que me comí su pedazo de torta de zanahoria que estaba guardado en la refrigeradora? Arderé en el infierno, lo presiento.

lunes, 20 de junio de 2022

La bancarrota de Evaristo Rojas

“Es todo o nada”, se dijo a sí mismo Evaristo esa mañana de noviembre del 2021, cuando Terra, una de las criptomonedas más negociadas, cotizaba en casi US$ 100. Lo había apostado todo: vendió su carrito, su departamento, empeño las joyas de su finada madre y hasta liquidó su CTS, con la plata producto del último trabajo que tuvo en el sector formal de nuestra economía.

Su amigo Lucho le había aconsejado que las criptomonedas eran el futuro y que de todas maneras debía invertir en ellas, que no había forma de perder. “La vez pasada escuché a una gringa, Cathie Wood creo que se llama, decir que el Bitcoin llegaría a US$ 1’000,000. Imagínate compadre, con esa plata te levantas a todas las flacas del barrio. A la firme, ¡qué rico!”, le dijo Lucho, con euforia de borracho y un toque de avaricia sazonada con lujuria.

Evaristo miraba con ansiedad su pantalla de trading todos los días. Se había suscrito a un servicio financiero para negociar acciones, pudiendo ver en tiempo real el valor de su posición en Terra. El cielo era el límite, ahora estaba en control de su destino. Era cuestión de tiempo hasta que pudiera saborear el éxito: las mujeres, los licores de marca, los viajes, la mansión con piscina y mayordomo, y tal vez incursionar en el mundo del espectáculo. “Con la plata se arregla todo, hasta mi cacharro”, pensó.

(…)

“Lo perdí todo Lucho, conchesumare, estoy cagado la puta mare”, gritó al teléfono el pobre Evaristo. “La maldita Terra cayó a US$ 0.0000525, lo veo en mi pantalla, se ha ido a la mierda esa huevada”. Fue en ese momento, mientras botaba la frustración de su sistema, que Evaristo tuvo una revelación, un mensaje divino que le decía que no todo estaba perdido, que una crisis es también una oportunidad de recuperarse. “Aún puedo invertir en MiamiCoin, le veo futuro”, se dijo Evaristo.

sábado, 29 de enero de 2022

El helado

Dicen que nunca olvidas a las parejas que te maltrataron y dejaron una cicatriz. Tal vez sea una especie de masoquismo, combinado con falta de autoestima. Algunos hasta le llaman el síndrome del chico o la chica mala, para explicar esa fascinación por personas peligrosas y aventureras que sabes que te van a herir al final.

Han pasado varios años y no he podido olvidar a Lorena. Estoy convencido de que ha sido la peor enamorada que tuve en la vida. ¿No me creen?

Ahí les va mi triste historia: era una calurosa tarde de verano, a finales de enero. Me moría de ganas de comer un helado de lúcuma. Como soy bastante precavido, había comprado un litro de helado la semana pasada en el supermercado –los jueves tiene descuento de 20% en mi marca favorita.

- Gordita, ¿me puedes servir una copita de helado? –le dije a Lorena.
- Claro amorcito.
- Le pones un poco de pecanas y fudge de chocolate encima, ¿ok?
- Por supuesto, yo sé lo que te gusta.

Todo se fue al diablo cuando Lorena me gritó desde la cocina, “pucha madre, olvidé que me devoré todo el helado anoche cuando miraba una película. Sorry.”

Ese mismo día terminé con Lorena. Algunas bajezas no se pueden tolerar ni olvidar.

domingo, 1 de agosto de 2021

El cojudigno

Hay episodios en la vida de toda persona que son vergonzosos, que nos alejaron por un rato del mundo de la decencia y del buen nombre. En mi caso, debo confesar que hace años me agarré a la enamorada de un amigo. Bueno, no era mi pata del alma pero sí teniamos confianza. Para mi defensa, Anibal era medio cojudo, y su flaca estaba que me echaba ojo hace rato.

En el pasado, Anibal había apoyado incondicionalmente la campaña del ex Presidente Tolete, cuando ya habían varias evidencias de sus fechorías y carácter errático. No me quedan dudas de que Anibal es un tipo bien intencionado, pero su inocencia (o pelotudez) ya me parecía sacada de un libro de ciencia ficción. Más tarde, cuando todo se hizo evidente con la fuga a los Estados Unidos y la coima de 20 millones de dólares, nunca lo vi deslindar abiertamente del cholo sagrado.

Luego, en la segunda vuelta electoral siempre apoyó al candidato Castelo porque le parecía despreciable votar por Keiku. Seguramente también le conmovió el origen humilde y provinciano del profesor, como le llamaban sus seguidores. Incluso cuando se revelaban más evidencias de su corte autoritario, comunista y de afiliación terrorista, Anibal nunca dejó de aplaudir por Castelo.

Como muchos peruanos engañados, Anibal califica como un "cojudigno". Y creo que en su caso particular, también como un cornudo. Bueno, ahora que analizo la situación con detenimiento, ya no me arrepiento de haberme culeado a su flaca.

domingo, 11 de abril de 2021

El origen de una leyenda

Cuando era niño, Hernando estuvo de vacaciones en Oklahoma con su familia. Allí no sólo descubrió pozos petroleros al clavar unas cañitas en el suelo, sino que pasó la temporada con Carlos, niño al que conoció en el viaje.

Hernando dominaba las artes marciales y le enseñó muchas técnicas a Carlos Ray. El último día antes de regresar al Perú le dijo. 
- Creo que tienes potencial, has aprendido casi todo lo que sé. Hasta podrías ser una estrella de las artes marciales. Pero si ese es el camino que quieres seguir, y es el que te recomiendo, no vas a llegar muy lejos como Carlos Ray. Debes buscar uno con más peso. Con más "pegada" - dijo Hernando mientras inventaba el gesto de hacer las comillas con los dedos en el aire-. Una sílaba basta.

Asi empezó Chuck Norris.

lunes, 29 de marzo de 2021

El dermatólogo

A veces uno asocia un evento rutinario, como una visita al médico, a una persona que se quiso mucho en el pasado. Creo que es mi caso cuando acudo cada seis meses al consultorio del Dr. Ramírez, mi dermatólogo, para pedirle que realice un descarte de cáncer de piel.

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Conocí a Melissa una tarde de verano. Nuestra relación no duró mucho pero sí dejó algunos momentos divertidos. Era bastante lista y bromista, aunque con un humor que a veces me costaba entender.

Una tarde estábamos echados en el sofá viendo una pelicula cuando Melissa, mirando detenidamente mi brazo derecho, me dijo con seriedad: "tienes que hacerte ver ese lunar". Pensé que estaba bromeando pero cuando la miré en el rostro noté que ni siquiera parpadeaba. "Es en serio. Anda al médico".

Y ahí procedió a contarme su historia: "Mira, yo voy al dermatólogo cada año. Me quito la ropa y el Dr. Salas me revisa todo el cuerpo con su lupa para encontrar lunares sospechosos". Seguía pensando que me estaba bromeando, no podía ser verdad. En ese momento me imaginaba al Dr. Salas como todo un pervertido viendo a una mujer desnuda.

Melissa prosiguió con su relato: "¿Ves esta mancha acá en mi mejilla? Es porque me removieron un lunar que era cancerígeno. Y acá también en mi pantorrilla, ¿ves?". Debo reconocer que me sorprendió la naturalidad con la que Melissa me mostró sus voluptuosas piernas.

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- Usted no tiene nada en la piel caballero. Solamente recuerde usar bloqueador de sol cuando salga a la calle a caminar, la radiación es bastante fuerte en Lima estos días.

- Gracias por el consejo Dr. Ramírez. Ya nos vemos en la próxima cita.

Salí raudamente del consultorio, rumbo a mi departamento. Y finalmente tomé valor para decirle la verdad que había ocultado por años a Melissa, algo que tenía guardado en el fondo de mi corazón todo este tiempo: que siempre pienso en ella cuando el dermatólogo me ve desnudo.

martes, 9 de marzo de 2021

Nostalgia en Xlotaz

Los registros de la época eran contundentes: la primera pandemia de inicios del siglo XXI mató a millones de personas hasta que se descubrió la vacuna. Sin embargo, el virus mutó, se hizo más resistente, invulnerable, todopoderoso.

“Hubo complacencia y una sensación desmesurada de victoria”, relata el sagrado ‘Libro del Fin de los Días Terrenales’, escrito en esos últimos días y que sirve ahora de lección para las nuevas generaciones de Xlotaz, nuestro hogar. 

La segunda pandemia fue de escala apocalíptica, llevándose la vida de cinco mil millones de personas. Otras más quedaron con secuelas irreparables, aunque las mutaciones fueron positivas porque permitieron adaptarnos a nuestra atmósfera caliente.

¿Cómo serían esos humanos? Leí que en un lugar llamado Perú comían carnes y vegetales bajo tierra. Tenían dientes. El Libro revela que también tenían ojos y una nariz. ¿Podrían volar? Eso no lo dicen las escrituras, aunque estoy seguro que sí.